miércoles, 28 de julio de 2010

¡Muchas gracias madre patria!

Hace una semana se celebró en nuestro país la conmemoración de 200 años de independencia. Sin embargo todos esos festejos olvidaron que con la independencia de España no ganamos la libertad, ni procuramos la creación de fundamentos sólidos que conformaran un país próspero, tolerante y diverso. Configurándose así nuestra lamentable realidad tangible y actual como un reflejo del legado nuestros conquistadores los españoles.

Las festividades nacionales que trataron de conglomerar al colectivo se vivieron en muchos lugares del país e hicieron competir en cuanto a magnificencia a ciudades como Bogotá y Medellín para ver quien elogiaba este acontecimiento de la manera más majestuosa y lujosa posible. Así los diferentes gobiernos municipales en compañía del gobierno nacional hicieron por un momento olvidar a la ciudadanía los problemas estructurales que desde hace muchos años se viven cotidianamente. Dieron al pueblo lo que siempre ha resultado efectivo, pan y circo para que no recapacite y permanezca en la inopia profunda en la que normalmente yace.

Alcaldes como el de Bogotá trataron infructuosamente de levantar su ya maltrecha popularidad aprovechando con oportunismo esta ocasión.

Pero sería beneficioso que aparte de las celebraciones en un país en donde la violencia es parte de la vida cotidiana y la tolerancia escasea cada vez más, que se reflexionara sobre nuestra situación actual y si verdaderamente nuestra identidad es diferente a aquella de cuando los españoles administraban nuestra libertad.

Los españoles encontraron un territorio desconocido hasta el momento para ellos, con nativos con costumbres, vestimentas, alimentos, lenguas y cosmovisiones completamente opuestas a las suyas. Su reacción inicial ante tal descubrimiento fue enviar la peor calaña de sus nacionales a robar, engañar y someter a los indígenas que por muchos años habían habitado estas tierras. Luego enviaron misioneros de la iglesia católica a convertir a esa religión a los mal llamados “salvajes” a través de la idea de salvación e imponiendo así su idioma y costumbres como las que eran válidas. Adicionalmente los europeos fueron los primeros en poner en práctica el secuestro, trayendo para la esclavitud nativos de África como si fueran propiedad privada en lugar de seres humanos.

Lo anterior inicia la perpetuación de nuestra identidad, pues el legado de nuestros conquistadores son: el irrespeto y la intolerancia, de manera si alguien actúa de forma contraria a nuestras costumbres es completamente reprobable así no le esté causando daño a otro, la violación a los derechos humanos validando el secuestro y los asesinatos, la usurpación de bienes ajenos pues no tenían el mayor reparo en robarse las pertenencias de nuestros indígenas, la discriminación racial y de género, pues no solo maltrataban, sometían y esclavizaban a los indígenas y africanos, sino que aprovechaban para violar a las nativas y la violencia pues a través de ella todo es posible pues esa fue la forma de someter a indígenas, africanos y luego criollos.

Pero la principal enseñanza que nos dejaron nuestros antepasados españoles es que lo propio, lo nuestro, lo nacional es feo, desagradable y en algunos casos vergonzoso, pues lo mejor es lo del otro, lo exterior, lo que otros hacen, venden y exportan. Y hasta nuestros días continuamos al pie de la letra con semejantes instrucciones ya no solo españolas, sino estadounidenses también. Lo mejor es hablar inglés, ver televisión extranjera, vestir con ropa importada, comer comida internacional, casarse con un extranjero, oír música en inglés entre muchas otras prácticas foráneas.

A pesar del racismo latente en el mundo contra los inmigrantes latinos, especialmente colombianos y principalmente en “nuestra madre patria España” y a pesar de todo su odio profesado en nuestra contra seguimos leales a sus dogmas, porque como los otros y sus costumbres son mejores seguimos idolatrando al extranjero. Y con esto no justifico la xenofobia de ninguna forma, sino que aliento el amor propio, sin desmérito alguno por lo que nos pueda ofrecer otra cultura.

¿Cómo celebramos el bicentenario con tanta exageración y enardecimiento? cuando nuestros valores son los mismos de aquellas épocas coloniales la violencia, el racismo, la intolerancia, el catolicismo recalcitrante que nos cierra los ojos a la realidad y propone valores obsoletos y arcaicos para una sociedad cambiante que requiere respeto por el prójimo y sus creencias. En un mundo tan globalizado donde los ciudadanos de cualquier país se convierten rápidamente en ciudadanos del mundo lo que se requiere es tolerancia para la diversidad y multiplicidad de pensamientos, actitudes y credos. Lo más importante es el respeto por el otro, siempre y cuando el otro no dañe a otros con sus actitudes.

Con tantos problemas que atravesamos de desempleo, desigualdad de ingresos y de género, pobreza, falta de oportunidades, narcotráfico, tribus urbanas violentas, guerrillas, corrupción, racismo, criminalidad excesiva y sectarismo en todos los sentidos resulta paradójico que los gobernantes se dediquen a festejos colectivos en lugar de a reflexiones colectivas y participativas que generen intervención constante que lleve a construir una ciudadanía más consciente. Lo más lamentable de todo nuestro bicentenario es que continuamos excluyendo a los indígenas y afro descendientes, y a todo el que no se enmarque en lo que es supuestamente “normal”.

Gracias a los españoles por enseñarnos con su ejemplo los valores para fundar las estructuras básicas de una nación como la que hoy tenemos, gracias por mostrarnos lo que significa la convivencia y el amor por el prójimo, gracias por dejar su legado en nuestra tierra, gracias por reconocernos como sus descendientes y abrazarnos con el calor de la xenofobia creciente por nosotros. Y gracias porque a pesar de 200 años sin ustedes nos proporcionaron la base para la persistencia de nuestra identidad colombiana a su imagen y semejanza. ¡Muchas gracias madre patria!

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