lunes, 7 de junio de 2010

Nombres ancestrales

Nuestro hermoso país Colombia, una mezcla de regiones, pensamientos, opiniones, prejuicios y creencias; es tan sui géneris que cada vez me sorprende menos la capacidad de abuso del poder que tienen los politiqueros, porque en realidad muchos de ellos no pueden ser llamados políticos o gobernantes. Mayoritariamente podría pensarse que la culpa es solamente nuestra por ejercer nuestro derecho del voto de manera irresponsable, votando por personas que realmente no merecen estar en el poder y decidir por nosotros. Pero muchas veces la carencia de aspirantes idóneos para este tipo de cargos es lo que hace que quienes se elijan persigan el beneficio propio antes que el beneficio público.


Uno dentro de muchos casos es el del cambio de nombre del principal aeropuerto del país. El Dorado, un símbolo de nuestra cultura indígena existente antes de la llegada de los españoles a nuestro país, que trajo consigo destrucción, esclavitud, enfermedades y sometimiento. Este nombre simbólico pretende ser reemplazado por el nombre de una persona recordada y querida en el país por sus pensamientos de cambio y por su lucha constante contra el narcotráfico y las mafias colombianas.


El Dorado es un nombre legendario, místico que reviste la magia de la historia muisca y proyecta al mundo la belleza existente en tierras suramericanas antes de la conquista. Está relacionado con la cultura indígena que actualmente agoniza cada día en nuestro país, pero que hace parte de nuestra identidad, principalmente en estos momentos cuando nos encontramos ad portas de la conmemoración del bicentenario porque es cuando debemos rendirles un homenaje a nuestros antepasados, por soportar maltratos, torturas y luchar contra las personas que hasta 1810 serían nuestro yugo.


El Museo del Oro uno de los más famosos de nuestro país muestra la gran riqueza, no sólo del preciado metal sino de la cultura de nuestros antepasados a quienes les debemos gran respeto, da cuenta de esta leyenda mostrando a nacionales y extranjeros las balsas muiscas que representan a El Dorado. Sin embrago es lamentable el estado de nuestra nación en donde se prefiere honrar las conveniencias por encima de los ancestros. Porque si bien es cierto que Galán fue un caudillo muy importante para la historia de nuestro país, bien pudieron ponerle su nombre a una obra nueva además de las que ya tienen el honor de llevar su nombre, y no quitarles a nuestros indígenas lo poco de reconocimiento que aún les queda.


Además de la discriminación, la violencia, la pobreza y el desplazamiento forzado al que son sometidos nuestros pueblos indígenas, por una iniciativa del representante a la Cámara Simón Gaviria les arrebataron el poco reconocimiento que aún les queda. Nuestros políticos en vez de pensar en proyectos innovadores relacionados con derechos humanos, educación, salud o empleo entre tantos problemas que tiene Colombia y que fue precisamente para lo que fueron elegidos, se dedican ya sea por agradecimiento o conveniencia a hacer este tipo de propuestas, lo que deja ver su nivel de ocupación.


Cuando nos preguntaban acerca de El Dorado, se podía contestar con orgullo sobre una leyenda y sobre nuestros valientes antepasados, pero con este nuevo nombre cuando nos pregunten quien era Luis Carlos Galán Sarmiento, obligatoriamente nos tendremos que remitir a la triste, deplorable y vergonzosa historia de violencia, drogas y mafias que ha azotado a nuestro país durante décadas y por lo que obviamente somos muy famosos en el exterior y honrar no sólo a Galán, sino al hombre que más daño le hizo a nuestro país en toda su historia, respondiendo: “Galán fue un líder político que quería ser presidente, cambiar el país y extraditar a Pablo Escobar, y como este último en ese entonces manejaba el país a su antojo lo mandó a matar”, perpetuando así nuestra ya muy ancestral fama de delincuentes.

1 comentario:

  1. Excelente artículo vivi. Estoy en completo acuerdo con tus comentarios. Es una lástima el cambio de nombre. Esperemos que como pasó con Bogotá corrijan la burrada de reemplazar nombres por razones estúpidas.

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