jueves, 19 de agosto de 2010

No hay mal que dure cien años…

Es muy curioso como en los últimos días los medios de comunicación se han olvidado momentáneamente de las guerrillas y otros grupos al margen de la ley, y se han concentrado en elogiar el inicio del mandato de nuestro nuevo presidente. Y es que haciendo referencia al nombre del partido del Ministro del Interior el cambio ha sido radical, pasamos del populismo nacionalista a la aparente ecuanimidad diplomática.

Lo que hasta el momento se puede vislumbrar es que el viraje del gobierno anterior al actual ha sido abismal, el lenguaje emocional, populista, guerrerista y paternal de Uribe ha sido transformado en uno racional, prudente, diplomático y reflexivo.

En definitiva no entiendo la naturaleza del colombiano, aparentemente es un ciudadano acostumbrado a la represión, es manipulable, apoya la corrupción e impunidad, pero principalmente busca un papá, pues así manejaba ex -presidente Uribe al país, como a sus hijitos (o huevitos). Por eso mismo el ex – candidato del partido de la U Juan Manuel Santos obtuvo una mayoría devastadora, porque el colombiano no quería perder a su “padre” y Santos prometió continuidad, pero con la gran sorpresa hasta el momento de no ser verdad.

Santos ha sorprendido a todo el país cambiando su discurso de campaña al discurso de presidente, se ha mostrado como un ser audaz y calculador, hasta el punto de atribuírsele el atentado frente al edificio de Caracol Radio a la extrema derecha que no concibe que su “padre” ya no esté en el poder. Y sí tienen razón, las transformaciones no son siempre bienvenidas y mucho menos cuando se plantea dialogar nuevamente con las guerrillas y se restablecen relaciones con Chávez.

Sin embrago, a pesar de todos los arcoíris que aparentemente cubren nuestro cielo nacional no se deben olvidar a las FARC y a los paramilitares que todavía delinquen y juegan con la seguridad colectiva. En el primer caso como su nombre lo indica, las guerrillas son grupos que actúan al margen de la ley creando sus propias guerras, y es que no podemos pensar en prosperidad, desarrollo e igualdad si todavía tenemos el “honroso” título de tener una de las guerrillas más viejas de la historia.

Es un problema que no se ha terminado y porque un gobierno abra una posibilidad al diálogo no se puede creer que el fin esté cerca, como en los días de la ingenuidad pastranesca. Tampoco se deben desconocer todas las acciones emprendidas por grupos criminales autodenominados: paramilitares o autodefensas que no cesan sus actividades, que dejaron como saldo miles de muertos, masacres e innumerables violaciones de todo tipo a los derechos humanos.

Es loable lo que en una sola semana ha logrado el nuevo gobierno y espero que algún día Colombia pueda salir de su situación conflictiva y desigual. Sin embrago no se pueden olvidar a los secuestrados, ni a las víctimas.

Estamos tratando de salir de un conflicto porque a pesar del optimismo generalizado esto no se ha terminado, así que si bien es cierto que el único problema que enfrenta el nuevo presidente no son los grupos terroristas y criminales, se hace necesario y urgente tratar de encontrar un solución efectiva en cuanto a este respecto porque no hay mal que dure cien años, ni pueblo que lo resista.

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